Parroquia Santa María del Pino
Parroquia Santa María del Pino
  • Inicio
  • Quiénes Somos
  • Servicios
  • Recursos
  • Colabora
  • Más
    • Inicio
    • Quiénes Somos
    • Servicios
    • Recursos
    • Colabora
  • Inicio
  • Quiénes Somos
  • Servicios
  • Recursos
  • Colabora

Sacerdotes

D. Hipólito Cabrera González

Nacido en Teror el 3 de febrero de 1955, Hipólito Cabrera González —sexto de nueve hermanos de una familia dedicada al campo— ingresó con catorce años en el Seminario Menor, donde permaneció cuatro cursos. Tras un período de discernimiento, regresó al Seminario Mayor y completó los estudios de Teología.


Fue ordenado sacerdote el 13 de enero de 1983, en la Basílica de Nuestra Señora del Pino de Teror, por Mons. Ramón Echarren Ystúriz. Antes de su ordenación ya colaboraba en el Seminario Mayor como responsable del Movimiento Rural Juvenil, tarea que prosiguió después como consiliario, integrado en el equipo pastoral que atendía Las Lagunetas, Utiaca, Ariñez, Cueva Grande, Madroñal, Tenteniguada, Las Vegas y Era de Mota. Ejercía de párroco en Las Lagunetas coordinándose con el resto del equipo para las demás comunidades.


En 1987 finalizó aquella etapa y se trasladó a Fuerteventura para hacerse cargo de la parroquia de San Diego de Alcalá (Gran Tarajal) y atender, además, las de Tuineje, Las Playitas, Giniginámar, La Lajita, Tarajal de Sancho, La Pared y Tesejerague. Desde 1990 fue también párroco de Pájara, Toto y Tiscamanita. Un año antes había sido nombrado arcipreste de Fuerteventura y miembro del Consejo Episcopal, participando de forma activa en los trabajos preparatorios del Sínodo Diocesano (1992) dentro de la Comisión de Catequesis. Concluyó su servicio como arcipreste en 1999.


Ese mismo año regresó a Gran Canaria como Secretario General de Pastoral y Delegado Episcopal de Enseñanza. Simultáneamente se le encomendó la atención de las dos parroquias de Ingenio y la vicaría parroquial de Agüimes. También fue, por un año, párroco de Ntra. Sra. de Fátima (Las Coloradas, La Isleta). 

En septiembre de 2000 fue nombrado Vicario Episcopal de Las Palmas de Gran Canaria, continuando al frente de la Delegación Diocesana de Enseñanza Religiosa, en un período clave para las relaciones Iglesia‑Estado respecto a la asignatura de Religión y la contratación de su profesorado.


De 2000 a 2001 compaginó esas responsabilidades con la parroquia de San Juan Crisóstomo (Tafira Baja). Posteriormente pasó a la del Santo Cristo de Guanarteme. En 2007, Mons. Francisco Cases Andreu lo designó Vicario General de la Diócesis de Canarias y, en 2008, miembro del Colegio de Consultores; cargos que sigue desempeñando junto con la Delegación de Enseñanza. Es miembro nato del Consejo Presbiteral, del Colegio de Arciprestes y del Consejo de Delegaciones y Secretariados; copreside la Comisión Mixta Gobierno de Canarias‑Diócesis de Canarias y Diócesis Nivariense para asuntos de Patrimonio. Durante este período impulsó la implantación de Popular Televisión en el Archipiélago, actuando como copresidente y consejero delegado de la cadena, y vicepresidente de la Comisión Mixta Iglesia‑Gobierno de Canarias.


Desde la Vicaría General coordina la acción evangelizadora de la diócesis y fomenta la colaboración con las instituciones civiles. Por ello, en septiembre de 2010 la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria le concedió la Medalla de Plata durante las fiestas del Cristo de la Veracruz. Ha sido pregonero de las fiestas de Santa María de Guía (2014), organizador de la Bajada de la Virgen del Pino a la capital ese mismo año y pregonero de la Semana Santa de la Cofradía del Encuentro (2015). Celebra la eucaristía diaria y las misas dominicales en la iglesia de San José, en la calle Padre Cueto.


Desde el año 2021, es también párroco de las parroquias de Santa María del Pino y San Pablo, en Las Palmas de Gran Canaria, donde continúa prestando su servicio pastoral con entrega y cercanía.


A lo largo de su ministerio ha mostrado una constante y profunda devoción mariana, especialmente hacia Nuestra Señora del Pino, promoviendo siempre su veneración y prestigio en la Villa de Teror y en toda la diócesis.

D. Salvador Aguiar Rosales

Nacido en Bañaderos, Arucas, el 20 de abril de 1929, Salvador Aguiar Rosales creció entre el salitre del litoral norteño y la fe hondamente enraizada en las familias de la comarca. Aquel ambiente despertó muy pronto su vocación al ministerio, que lo llevó a ingresar en el Seminario Diocesano, donde cursó Humanidades, Filosofía y Teología, formándose según el espíritu de un presbiterio que comenzaba a vislumbrar los aires renovadores del Concilio Vaticano II.


Ordenado sacerdote para la Diócesis de Canarias, ejerció primeramente en parroquias rurales, donde aprendió a conjugar la cercanía con la firmeza doctrinal y la creatividad pastoral con el respeto a la tradición. Su talante dialogante y su dedicación a los más vulnerables—cuidados en sus casas, enfermos en los hospitales, familias necesitadas de consejo y ayuda material—lo convirtieron en un referente para los sacerdotes más jóvenes y para los laicos a los que alentaba a asumir responsabilidades eclesiales.


El  24 de septiembre de 1983, el entonces obispo diocesano, Mons. Ramón Echarren Istúriz, le confió la parroquia de Santa María del Pino, una de las comunidades más populosas y dinámicas de Las Palmas de Gran Canaria. Aquel nombramiento coincidió con su incorporación al Cabildo Catedralicio como canónigo de la Catedral de Santa Ana, signo del aprecio que la diócesis tributaba a su solvencia teológica y a su vida interior. Al frente de Santa María del Pino permaneció más de tres décadas, tiempo durante el cual la parroquia consolidó una intensa vida litúrgica, un rostro social claramente evangélico y una pastoral juvenil que aún hoy da fruto.


En el ámbito litúrgico reforzó la participación activa del Pueblo de Dios: promovió coros, formó lectores y ministros extraordinarios de la comunión, introdujo espacios de silencio orante y cuidó la predicación dominical con homilías breves, pero hondas, que hilvanaban la Palabra con la vida cotidiana. Paralelamente fomentó el sacramento de la reconciliación, convino horarios accesibles y se dejó encontrar en el confesonario como padre y médico del alma.


Convencido de que la caridad constituye la credencial más elocuente de la Iglesia, implantó un economato solidario, un ropero parroquial y un servicio de acompañamiento a mayores que viven solos. Las sinergias generadas con Cáritas parroquial y diocesana multiplicaron los recursos y, sobre todo, dignificaron a quienes recibían ayuda, pues don Salvador insistía en que “la primera limosna es la sonrisa y la escucha”. Nunca relegó la formación; estableció itinerarios catequéticos por etapas, impulsó la catequesis familiar y animó grupos pos‑confirmación donde la fe se profundizaba y se proyectaba en compromiso social. Su pasión por la juventud lo llevó a organizar campamentos de verano en los altos de la isla y a acompañar personalmente a los monitores, consciente de que “un joven evangeliza a otro joven”.


La dimensión cultural y patrimonial del templo tampoco escapó a su mirada. Supervisó la restauración del retablo mayor y de las imágenes titulares, editó breves monografías sobre la historia del edificio y abrió el templo a visitas guiadas, convencido de que “la belleza es feraz preámbulo de la fe”. En los medios de comunicación diocesanos, especialmente en Radio Tamaraceite y en la publicación “Iglesia en Canarias”, compartía reflexiones que acercaban la liturgia dominical a quienes, por enfermedad o trabajo, no podían acudir a la celebración.


Su servicio como canónigo lo convirtió en voz autorizada de la Catedral en las grandes solemnidades. Quienes acudían a las misas capitulares del Corpus Christi o de la Octava del Pino encontraban en él claridad doctrinal, hondura bíblica y un tono esperanzador que interpelaba sin herir. Con los años, aquella reputación se consolidó hasta que, alcanzada la edad canónica, recibió con sencillez el título de párroco emérito de Santa María del Pino.


Aunque retirado de la administración ordinaria, don Salvador continúa siendo presencia entrañable en la parroquia. Con regularidad celebra la eucaristía dominical de las diez de la mañana y, cuando la salud lo permite, preside alguna misa de las doce y media entre semana. Feligreses de distintas generaciones acuden a saludarlo con gratitud: quienes recibieron de sus manos el bautismo o la primera comunión; matrimonios que recuerdan la ternura de sus palabras en la boda; hijos que agradecen la serenidad con que acompañó a sus padres en la última hora.


Sencillo en el trato, firme en la fe y constante en la esperanza, don Salvador Aguiar Rosales ha tejido durante décadas un entramado de relaciones fraternas que hoy sostiene a la comunidad. A sus noventa y seis años, su figura encarna el sacerdocio vivido como servicio y la convicción de que la parroquia—casa de todos—solo florece cuando el párroco se convierte en sembrador incansable de la Palabra y artesano de comunión. Su legado perdura en las personas formadas bajo su cuidado, en los enfermos confortados por su visita, en los pobres dignificados por su caridad y en la liturgia celebrada con nobleza y hondura, testimonio vivo de que la Iglesia en Canarias está llamada a ser hogar abierto y consolador para cuantos buscan a Dios.

Parroquia Santa María del Pino

Copyright © 2025 Santa Maria del Pino - Todos los derechos reservados.

Este sitio web utiliza cookies

Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.

RechazarAceptar