Lunes a Viernes 12:00 y 19:30
Sábados y Vísperas: 12:45 y 19:30
Domingos y Festivos de Precepto: 10:00, (11:00 Misa de familias septiembre a junio), 12:45 y 19:30
15 minutos antes de las Misas.
1er viernes del mes a las 18:00
Todos los días 19:00
Comparte tu propia experiencia:
Cuenta por qué la Misa te hace bien: “Salgo con paz” o “Me ayuda a empezar la semana con fuerzas”. Las historias personales inspiran más que los sermones.
Haz una invitación cercana y concreta:
En lugar de “Deberías ir a Misa”, prueba con: “Este domingo a las 11 voy a la iglesia y después tomamos un café juntos, ¿te animas?”
Elige celebraciones especiales:
Misas con coro infantil, fiestas patronales, primeras comuniones o Navidad suelen ser más alegres, festivas y fáciles para un primer contacto.
Explica lo básico antes de entrar
Comenta en dos minutos qué va a pasar: Lecturas, homilía, Ofertorio, Comunión. Así evitas que se sientan perdidos.
Si van niños, prepara algo para ellos
Llévales un librito con dibujos de la Misa, un misal infantil o explícale gestos sencillos (“ahora nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio”).
Sé flexible y respetuoso
Si tu invitado no está bautizado o no quiere comulgar, dile que puede quedarse sentado; lo importante es que se sienta acogido.
Aprovecha las redes sociales:
Comparte en WhatsApp, Facebook o Instagram los horarios, actividades solidarias y fotos de la comunidad: muestra que la iglesia está viva.
Propón un plan alrededor:
Después de la Misa, una comida familiar, un paseo o un helado convierten la invitación en un momento completo de convivencia.
Invita con alegría, no por obligación:
La mejor “publicidad” es tu sonrisa y tu entusiasmo: la fe se contagia más por atracción que por presión.
Reza por ellos:
Pídele a Dios que abra corazones y que tu invitación sea un gesto de cariño, no de imposición.
Con cercanía, respeto y buen ánimo, tu invitación puede convertirse en una puerta abierta para que tus seres queridos descubran la alegría de la Misa.
La Santa Misa es la celebración litúrgica central de los cristianos.
Actualizamos sacramentalmente el sacrificio de Cristo:
No es un simple “recuerdo”: la entrega de Jesús en la cruz y su Resurrección se hacen presentes “aquí y ahora”, de forma incruenta pero real, bajo los signos de pan y vino.
Escuchamos la Palabra de Dios:
Lecturas, salmo y Evangelio son proclamados; Dios habla hoy a su pueblo y nos ofrece luz para la vida diaria.
Entramos en comunión:
Por la Comunión eucarística recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos unen íntimamente con Él y, a la vez, con todos los bautizados recibimos a Jesús en nuestro corazón y nos sentimos más unidos entre nosotros.
Somos enviados:
La Misa culmina enviándonos a vivir y compartir lo que hemos celebrado. No se queda en las cuatro paredes del templo (se nos envía a llevar el amor y la alegría de Dios al mundo).
Mandato de Cristo:
“Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19). Participar cada domingo responde a un deseo expreso de Jesús.
Encuentro vivo con el Señor:
No hay intimidad más profunda que recibirle en la Eucaristía. Alimenta el alma como el pan al cuerpo.
Comunidad y pertenencia:
La fe es personal pero no individualista; la Misa nos recuerda que caminamos como familia.
Escuela de la Palabra:
Escuchar la Escritura regularmente forma la conciencia y orienta las decisiones cotidianas.
Fuente de Gracia:
La Gracia sacramental fortalece para perdonar, amar al prójimo y afrontar sufrimientos.
Respeto al precepto dominical:
La Iglesia, como madre y maestra, pide ir a Misa los domingos y fiestas de guardar (CIC §2180‑2181). Es un mínimo indispensable, no un máximo opcional.
Anticipo del Cielo:
La liturgia terrenal participa de la liturgia celestial; es asomarnos, ya en esta vida, a la alegría eterna.
Prepararse:
Llegar con tiempo, repasar las lecturas antes, ofrecer tus intenciones y lo vivido en la semana.
Participar de corazón:
Responder, cantar, seguir las oraciones; la Misa no es “espectáculo” sino acción de todo el pueblo.
Confesarse con regularidad:
Así la Comunión es fructífera (1 Co 11,27‑29).
Vivir lo celebrado:
Deja que la Palabra y la Eucaristía modelen tus decisiones: familia, trabajo, descanso, solidaridad, ...
Asistir a la Santa Misa es el momento más grande que tenemos: se unen cielo y tierra, se renueva la alianza con Dios y se enciende la caridad para llevarla al mundo.
Parroquia Santa María del Pino
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