Cuando hace un siglo el nuevo templo que surgía en los Arenales de la capital, por decisión de don Luis Antúnez, fue bendecido por el obispo Marquina
En ese ámbito de la plataforma costera capitalina, a la par tanto del crecimiento de la ciudad, como de los acontecimientos que marcarían su identidad y su devenir, surgieron algunos edificios que, con el paso del tiempo, no sólo se instituirían como verdaderos hitos de un patrimonio urbano, sino en símbolos incuestionables de ese proceso de historia urbana. Podríamos mencionar, de ese tiempo, el Mercado del Puerto, que ahora cumple 110 años de su inauguración, los viejos hoteles Santa Catalina y Metropole (pese a las modificaciones que luego sufrieron), la chimenea industrial que aún pervive muy cerca de la Plaza de la Feria, la Comandancia de Marina o el edificio que ahora traemos a colación, por conmemorarse su 100 Aniversario, la Iglesia de Ntra. Sra. del Pino en la actual calle Presidente Alvear.
Entre aquellas dunas y arenales, que aún traían el recuerdo de las milicias isleñas terorenses que, con su párroco al frente y enarbolando el estandarte de la Virgen del Pino, se aprestaron en estas inmediaciones a defender heroicamente su isla, ante el ataque de la escuadra comandada por el almirante holandés Pieter Van der Does en junio de 1599, surgía un proyecto que nacía, póstumamente, de las ilusiones y la decidida voluntad de uno de los hijos más ilustres de esta isla, D. Luis Antúnez y Monzón, la construcción de un templo, que, en recuerdo de su madre Dña. Pino Monzón, se consagraba a la Patrona de Gran Canaria (declarada Patrona principal de la Diócesis de Canarias en 1914). Un edificio singular, muy llamativo, cuyos planos trazó con enorme cariño el gran arquitecto Fernando Navarro, que lo concibió, no en su habitual estilo modernista, sino a modo de mezcla elementos de diferentes estilos y épocas de la historia del arte y la arquitectura, dándole un carácter ecléctico, como a muchos otros edificios de aquel comienzo de siglo. Por ello, este monumento que representa un momento señero y trascendente de la evolución urbana de la ciudad, también conserva la memoria (así como sus restos mortales, inhumados en la cripta) de un grancanario emprendedor, hijo de un tiempo en el que fue necesario luchar mucho para modernizar la isla y asegurar su porvenir. Luis Antúnez y Monzón (Las Palmas, 1845 – Barcelona, 1915) de orígenes modestos se hizo así mismo y triunfó en sus negocios, al tiempo que lograba aportaciones importantes para su ciudad natal como establecer el primer tranvía a vapor entre el Puerto y Vegueta, o colaborar decididamente en las mejoras del Asilo San José y en el Grupo Escolar que luego ha llevado su nombre, al tiempo que alcanzaba importantes puestos públicos, nombrado Gobernador Civil de ciudades como Barcelona, entre otras. Murió lejos, en su querida Barcelona, a la que también legó importantes contribuciones, pero luego sus restos se trasladaron a la cripta de esta Iglesia de Ntra. Sra. del Pino, instituida en Parroquia el 1 de enero de 1939 por el obispo Antonio Pildain, donde descansan inhumados en su cripta, junto a los de su madre, en el seno de una tierra que él mismo donó para aquella 'capilla' surgida entre arenales. Un templo que hoy es hito urbano de Las Palmas de Gran Canaria cuando se cumplen cien años desde aquel ya inolvidable octubre de 1921, tras casi tres años de proyectos y obras. Once años después el ingeniero Antonio Artiles Gutiérrez trazó un nuevo muelle, en la costa cercana al templo, y lo denominó de 'Ntra. Sra. del Pino' (actual Arsenal de Las Palmas). La devoción a la Patrona insular cobraba signo y significación en esa nueva ciudad que allí crecía.
En la actualidad, cuando este templo conmemora el Centenario de su inauguración, y aún perdura la memoria tanto de la labor de los Padres Paules, como de algunos de sus párrocos diocesanos, D. Agustín Chil Estévez, D. Agustín Álamo o D. José Quintero Bojart, hay una persona, un sacerdote que no se podrá ya desvincular nunca del mismo, pues ha contribuido, de forma notoria y trascendente, a actualizar y conformar el presente, a abrir de par en par las puertas a otros cien años de esta parroquia. D. Salvador Aguilar Rosales, oriundo del barrio aruquense de Bañaderos, llegó en 1993 a la parroquia del Pino de Las Palmas de Gran Canaria, y allí lleva desde entonces. Un carácter amable, a la vez que firme, que hizo que, cuando en agosto del año 2007 el Ayuntamiento de Teror decidiera celebrar una mesa redonda para hablar sobre los ochenta años de la llegada a Teror del párroco D. Antonio Socorro Lantigua, fuera D. Salvador Aguilar el representante de los muchos sacerdotes que habían acompañado a Socorro en sus 46 años de permanencia en el cargo.
Cuando hace un siglo el nuevo templo que surgía en los Arenales de la capital, por decisión de don Luis Antúnez, fue bendecido por el obispo Marquina, éste bajó para ello desde Teror donde permanecía convaleciente desde fines de septiembre de aquel año. A fin de cuentas, esta iglesia, que es considerada con afecto por los terorenses como la segunda casa de Nuestra Señora del Pino, ha tenido y sigue teniendo al día de hoy mucha relación con la Villa que vio nacer la advocación. Uno de esos lazos imperecederos que unen ambos templos es la figura y obra de don Salvador Aguilar Rosales, y tenemos la suerte de contar aún con su presencia para agradecérselo.
Fuente: Juan José Laforet y José Luis Yáñez / Cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria y cronista oficial de Teror respectivamente.